Eterna primavera


Como plomiza estiba
de fragata a la deriva,
el asfixiante verano
penetra en mi piel insidioso.

Siento su lastre en mis pasos,
renqueantes de un vacío
que sólo tú llenas a bocanadas
de ilusión y presente.

La senda de bruma y tinieblas
que recorría solo e incierto,
aquélla en la que el calor
era la pesada carga del tiempo,
muta a tu lado en camino
de luz y frondosa arboleda.

Nada pesa en mi vagar
hacia tus labios velados de cabellos;
En mi luminosa alborada,
mi brújula, fortificada de deseo,
se entrega íntegra al magnetismo
que los cortos días invernales
dieron a la luz para que seamos
ETERNA PRIMAVERA


© Francisco Castro

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