Comienza la dicha


Un níveo cielo estival,
de bochornoso junio
avanzando a raudales,
pesadamente se cierne
sobre una frente incendiada
de anhelante ansiedad.

La lejanía, alimentando
vivaces deseos
y sueños buscados,
poderosamente entreteje
ilusiones de dulces paradas,
de trenes que, traqueteando,
se acercan a labios,
que invitan, como cerezas
sabrosas de temporada,
a ser devorados.

Se vence la lucha
de quedos susurros,

Se acomodan las pieles
en secretos parajes.

Se funden los dedos
que furtivos se buscan.

Se detiene esa espera

Comienza la dicha

© Francisco Castro

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