Escocia


La tarde se arrugó bajo una tormenta de llanto.
No hay cigarras para cantar al verano que agonizó con las últimas luces que acariciaban el lago. También quedó atrás el olor a musgo que la lluvia enaltecía;
las paredes de piedra alimentan así su vetusta apostura.
Hace frío.
Y no sólo en la piel se nota.
También en las palabras que quedan para siempre enterradas,
sin pronunciarse,
perdidas para siempre en el páramo del olvido.
Hace frío, cuánto frío, frío intenso de muerte.
Frío de ausencia y destierro.
Frío de soledad y vacío.
Frío de cementerio y silencio.

© Francisco Castro

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