Sangran las rancias heridas
Sangran las rancias heridas
de antiguas batallas interiores;
la vasta llanura de voces yacentes,
muertas de tiempo contado
pero no vivido, quemada se muestra
a la pupila perenne, vigía funesta
de tonos simulados.
Los pájaros del sur,
en un podrido viaje hacia un norte
hueco y desnudo de hojas,
llevan sus alas teñidas
del verde de lejanos prados.
Yace esa sombra a los pies
del cenobita escéptico,
surcan sus dedos un vacío
de siglos.
Se yergue la sombra al sonido
dulce y encantador.
Llueve con fuerza
barriendo el polvo
de detritus y ramaje seco.
Y suena de nuevo
el callado destino,
al fin cierto, con el próspero
aroma de cabellos hermosos.
Y la sombra se arruga
Y La Luz trae el color de tus ojos
Llenando todo de ti.
© Francisco Castro
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