Esperar al otoño
No llueve, todo fue un espejismo.
Ni siquiera dio tiempo a respirar
por esa húmeda rendija de la cancela
del bosque otoñal y umbroso.
Todo vuelve a estar seco y soleado,
aunque es un sol de tinieblas,
no es el sol que debe cocinar
la lluvia necesaria para generar vida.
Las aceras huelen a desierto,
al acre de las habitaciones cerradas.
No habrá setas en los bosques,
pero en los paseos marítimos
continúa la epidemia
—convertida ya en endémica—
de las chanclas y los tirantes.
Me vuelvo de nuevo
a los claros del bosque de mis libros,
de mi música y mis imágenes,
de tus ojos y tus besos,
a esperar al otoño
y a su fresca caricia de auténtica lluvia.
© Francisco Castro
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