Tan sólo un instante


Sentada así, bella,
a merced del pincel de mis dedos,
con la silueta vestida de improvisación,
haces de esta tarde Eternidad.

Tu cabello es cortina húmeda
acariciando mis cansados ojos,
revitalizando mi equilibrio
que infame castigaba el vértigo
de tu ausencia en la mañana.

Bella inmensidad son tus giros
con la luz de la sobremesa tardía
emitiendo destellos de fresca sombra.

De este momento alimento
mi necesidad de ser tú,
sumerjo mis sentidos en tu voz,
en tus ojos entrecerrados
mirando confiados a los míos.

El tiempo pasa,
el agua disuelve los restos
de lo que será el color de semanas,
y yo saboreo esta dicha vespertina
de haber sido Dios,
tan sólo un instante,
entre tu pelo.

© Francisco Castro

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